En cada barrio siempre hay una piba fácil y Caballito no era la excepción. La que hacía gala del dudoso título era “Blanquita” o “la catalana”.
Los vecinos siempre solían verla por Parque Rivadavia. Dicen que le gustaba andar ligera de pilchas y refrescar su figura ante la mirada de todos. Los jóvenes estudiantes y Blanquita parecían tener una mutua devoción. Se comenta que ella no ponía la menor resistencia cuando los muchachos del barrio, ante la vista de todos, utilizaban fibrones para dejar temporal testimonio de su debilidad por las curvas de la catalana. Y para que la impronta tuviese más erotismo aún, decidían dejarla sobre las mismísimas curvas de la señorita. Sin embargo, los actos impúdicos de Blanquita pronto generaron el malestar de los vecinos más puritanos, quienes bajo la tutela del párroco del barrio, decidieron que Blanquita no volviese al parque. Muchos vecinos desconocen qué fue de la vida de Blanquita. Algunos aseguraban haberla visto por “el trocén”.
Fue así que hace pocas semanas me crucé a Blanquita cerca de Retiro. Se notaba que los años le habían pasado factura, pero eso no le impedía lucir su curvilínea figura.
En la actualidad, se la ve sola y amargada. Su audacia es la misma pero en estos tiempos los estudiantes sólo detienen el paso en los kioscos de diarios, donde encuentran mayor atracción en las revistas que muestran fotografías de vedettes de efímera fama.
Para nostálgicos como yo, la pulposa catalana no podía quedar en el olvido, así que aquí les dejo el desnudo artístico estenopeico y “muy cuidado” de Blanquita, la catalana.
*Esta entrada fue creada originalmente para el blog www.tiburonesenlanoche.com.ar quienes amablemente me permiten publicar fotografias en ese espacio.